Es para muchos conocida la grave situación que enfrenta la Empresa Nacional de Energía Eléctrica con el nivel de pérdidas eléctricas totales más altas de la región latinoamericana.

Según la CEPAL, países como El Salvador o Guatemala tienen pérdidas eléctricas que no superan el 15%. En cambio, Honduras ha estado por sobre el 30% durante la última década, duplicando a ambos países. Pero antes de continuar es importante entender qué son las pérdidas eléctricas de la ENEE.

Si nos imaginamos un restaurante que vende baleadas, y sirve a sus clientes 100 baleadas diarias, uno esperaría encontrar esas 100 baleadas facturadas y cobradas en su caja registradora.

No obstante, si lo que nos encontramos es que sólo facturamos 60 baleadas, las otras 40 que fueron servidas y consumidas por nuestros clientes, son consideradas como pérdida.

El caso de la ENEE es muy similar, anualmente se producen alrededor de 10 mil millones de kilowatts-hora, sin embargo, la ENEE sólo factura alrededor de 6,500 millones de kilowatts, lo que se traduce en una pérdida anual de unos 3,500 millones de kilowatt-hora que fueron producidos, consumidos por usuarios, pero no fueron facturados por la ENEE, por ende, no fueron cobrados.

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En términos de dinero esto se traduce en una pérdida superior a los 20,000 millones de lempiras al año. Un 15% de estas pérdidas, la ENEE no las cobra a través de la tarifa, ya que se considera que 15% es un nivel aceptable de pérdidas técnicas.

El restante que la ENEE no recupera a través de la tarifa debe ser recuperada con recursos de los impuestos que pagamos los contribuyentes.

Es complejo asimilar la magnitud de cifras como 20,000 millones de lempiras, y el impacto que esto tiene en otros sectores como Salud, Educación y Seguridad. Según las estimaciones de ASJ, con el dinero que la ENEE perdió, sólo en el 2023, se pudo haber construido 13 hospitales, comprado textos escolares a 1.8 millones de estudiantes por 35 años o construido 5 represas como El Tablón.

Es alarmante que este impacto se da año con año ya que las autoridades de diferentes gobiernos no han sido capaces de resolver la problemática.

El actual gobierno se comprometió a reducir las pérdidas en 4 puntos cada año, y para ello destinó al Programa Nacional de Reducción de Pérdida alrededor de 4,489 millones de lempiras, más del doble de lo asignado al Hospital Escuela, tres veces lo asignado a la Dirección General de la Policía Nacional, y casi ocho veces lo asignado para construcción de centros escolares. Sumado a lo anterior, se contrataron 1,930 empleados para el PNRP.

Con esta gran cantidad de recursos asignados al Programa Nacional de Reducción de Pérdida, la expectativa es que las autoridades lograrían cumplir su propia meta de reducir las pérdidas eléctricas en 4 puntos. Sin embargo, ocurrió lo contrario ya que las pérdidas eléctricas totales cerraron en 38%.

La historia de la ENEE se repite nuevamente, y por eso aplica tan acertadamente la frase que dice que la ENEE “es de todos y es de nadie”. Es de todos, del pueblo, es publica, cuando toca inyectarle recursos de los impuestos que pagamos los contribuyentes con tanto esfuerzo. Pero es de nadie cuando se debe asumir la responsabilidad por los fracasos.

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